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Artículos de opinión del secretario general de UPA Aragón

lunes, 20 de octubre de 2014

Integración cooperativa como herramienta para el desarrollo agroganadero


Enrique Arceíz Casaus, Sercretario de Organización de UPA-Aragón

La evolución que han experimentado los mercados agrarios tanto nacionales como internacionales, derivada de la globalización, el aumento de la población, los cambios en la forma de alimentarse junto con las exigencias sanitarias y de calidad, entre otros, ha supuesto que los agricultores y ganaderos tengamos que plantearnos una profunda reflexión en cuanto a los diferentes sistemas de comercializar y producir nuestros productos.

Entendiendo que siempre hemos defendido la idea de que la unión hace la fuerza y que el mejor camino a seguir para la rentabilidad de nuestras explotaciones es unirnos, agrupar  nuestras producciones para venderlas de forma conjunta y comprar de la misma manera los impus necesarios para producir, apostamos ya a principios del siglo xx por el modelo del cooperativismo.

Cooperativas que en la mayoría de los casos fracasaron o permanecían sin actividad por diversos motivos tales como políticos, de desconfianza en su gestión, por el propio individualismo del sector o simplemente por  particulares ligados al propio sector agrario que sabían muy bien como alejar a los agricultores y ganaderos de esta formula asociativa con la única intención de hacer valer sus intereses.

A finales de los años 60 y principios de los 70 del siglo pasado, una nueva corriente en favor de resurgir el cooperativismo brota por todo el territorio español. Seguramente el desengaño, el malear o el maltrato de sus productos, hizo que agricultores y ganaderos retomaran lo que antepasados suyos dejaron arrinconado. Y fue a mitad de la década de los 70 cuando se produce una gran ebullición de cooperativas por toda geografía española, prácticamente una en cada pueblo. El cambio político a una democracia, el que algún visionario ya vio el camino hacia la UE, ayudó notablemente a que estos proyectos se retomaran y salieran adelante.

Con las puerta abiertas de nuestras cooperativas y entrando socios con aportaciones económicas a capital social, poco a poco se fueron asentando, con algún que otro fracaso en este camino, pero con más éxito del que algunos esperaban.

La entrada de España en la Unión Europea, a mediados de los 80, comenzaría a  implicar un cambio en la gran mayoría de los sistemas productivos. La agricultura y ganadería no iban a ser ajenos a ello, ya que con nuestro potencial agrario éramos un país muy interesante desde el punto de vista económico para la UE. La llegada de las subvenciones agrarias (PAC), las normativas sanitarias y medioambientales nos hacían esforzarnos a muchos cambios. Fue cuando seguramente las cooperativas agrarias han jugado un papel más protagonista, formando a los agricultores y ganaderos en materias de producción, comercialización y gestión de explotaciones.

Han pasado ya treinta años de aquello. Los mercados son más internacionales, la globalización nos ha llevado a tener que mirar a otros países, tanto a la hora de producir como a la de comercializar. Y no solo países de Europa, sino también a países de Asia, el norte de África y principalmente USA y Sudamérica (Brasil, Argentina).

Observamos como a lo largo del año llegan a España barcos cargados de mercancía agrícola y ganadera que ponen en manos de transformadores y grandes puntos de venta al consumidor a precios más competitivos que los que podemos ofrecer los productores españoles.

Por otra parte, en los últimos años y motivado por el “AUGE” agrario y la decadencia de otros sectores como la construcción, grupos inversores sin escrúpulo alguno han invertido en un juego de futuros en los productos agrarios, sin que les importara lo más mínimo ni la rentabilidad de los millones de agricultores con sus explotaciones ni que en el mundo tengamos 1.000 millones de personas pasando hambre.

Con estas situaciones de realidad del día a día, con el trabajo en materia cooperativa que a lo largo de todos estos años hemos venido realizando y tenemos hecho, no podemos pararnos y seguir estancados para dejar pasar el tiempo como si con nosotros, los cooperativistas, no fuera esta causa de poder ser competitivos.

No debemos ponernos la venda en los ojos y negar la realidad de la globalización y la internacionalización de los negocios. El agrario también es uno de ellos.

En los últimos años, en los diferentes foros cooperativos que se organizan se habla de integración cooperativa, de fusiones de cooperativas o de uniones. La realidad es que sólo se habla y los ejemplos de esos modelos de uniones son muy escasos y en la mayoría de ellos se basan en la búsqueda de un dinero vía subvención, sin priorizar el negocio agrario en primer lugar. También es cierto que la propia administración lo único que fomenta con esta ayudas es parecer que le preocupan las cooperativas y sus gentes, pero solo parecer.

Y mientras pasa el tiempo los que si se unen son los bancos. Cada vez son menos y nos presionan más cuando queremos renovar las cuentas de crédito y al final somos los agricultores y ganaderos los que lo pagamos. Las que también se fusionan son las grandes superficies comerciales. Ellas son menos para comprarnos y nosotros más para venderles y esta ecuación juega a favor de ellos. Son innumerables los ejemplos del maltrato que hacen de nuestros productos en precio, utilizándolos como reclamo para sus ventas de otros productos (leche, fruta etc.). O condicionando los mercados por que organizan las ventas por un exclusivo interés de ellos, como cuando ralentizan las ventas de productos cárnicos elevando sus precios y el consumidor deja de comprarlos, para luego tener unas bajadas importantes en las lonjas y ser el ganadero el pagano nuevamente.

Otro ejemplo de uniones son las petroquímicas, teniéndonos totalmente sometidos a sus precios sin nada que podamos hacer tanto en carburantes, fertilizantes y fitosanitarios. Todos estos ejemplos son parte de nuestro negocio y mientras ellos se unen nosotros miramos impasibles, conformándonos con lo que hicimos hace ya tres décadas o en pocos casos con alguna cooperativa de segundo grado que tenemos actualmente, a la que en ocasiones sus cooperativas socias no le aportan  lo que están obligadas a aportar, creando la desconfianza y la inseguridad, mientras nuestros rivales se hacen fuertes.

Con todo lo escrito anterior, con reflexiones más que sencillas y pensando que nuestro trabajo no es un juego sencillo,  tenemos que estar en el presente y pensar en el futuro. Por ello creo que el verdadero desarrollo de la agricultura y la ganadería en España, así como la rentabilidad de nuestras explotaciones pasa por una verdadera integración cooperativa, dejándonos de hablar y hablar y actuar más.

Una integración cooperativa que sabemos que no es fácil de hacer y que no se desarrolla en un periodo corto de tiempo, pero por eso mismo hay que ponerse a trabajar en pos de conseguirlo antes de que se nos coman las grandes multinacionales y pasemos al muro de las lamentaciones.

Tenemos que ser conscientes, a la hora de implantar cualquier cambio, de las particularidades del sector agrícola y de nosotros los agricultores. Las tradiciones, los localismos, el conservadurismo agrario y la falta en algunas ocasiones de visión empresarial hace muy difícil introducir cambios en las cooperativas y en nuestros socios. Por ello, en todo momento, tenemos que contemplar estos factores principalmente de carácter social en cualquiera de los cambios del tipo que sean y que se hagan.

Los socios lo primero que ponen en valor es la cercanía de su cooperativa. En numerosas ocasiones es la cooperativa la principal empresa del pueblo y con estas circunstancias y otras como las aportaciones a los diferentes actos que se organizan en el pueblo (fiestas, celebración del patrón, ayuda a las asociaciones) hacen que, unido al temor de los crecimientos empresariales, los socios tengan recelo cuando se habla de integración cooperativa.

No perder esas señas que identifican a la cooperativa con su pueblo, junto con una completa y veraz información de cómo se desarrolla la integración, tienen que ser los principales pilares que sustente el proyecto integrador. Una información que deje claro que los motivos de integrarnos las cooperativas no es un capricho de aumentar volumen ni una búsqueda exclusiva de reducción de costes y de aumento de precio de nuestros productos. Aunque conseguir algo de esto también tiene que ser prioritario.

La integración cooperativa tiene que estar basada en un aprovechamiento de instalaciones, muchas veces infrautilizadas, en tener un masa social que la respalde en la toma de decisiones y asi poder influir en mercados y decisiones políticas. Crear una empresa capaz de gestionar las explotaciones de sus socios activos y socios que por diferentes motivos no están activos. Una cooperativa que tenga un carácter social superando a las cooperativas primitivas que se integraron. (El envejecimiento en el mundo rural es muy alto) ¿Quién tendrá que gestionar sin ánimo de lucro las residencias para los mayores? Una cooperativa que cree los servicios que faltan en los pueblos (tienda, taller etc.).

Una cooperativa que deje de ser de monocultivos o de una solo especie ganaderas y que abarque todas los producciones agrícolas y ganaderas dando servicios a los socios de todo lo que necesiten (técnicos, administrativos, trabajadores temporeros, maquinaria en común, gasolineras, seguros, contabilidad, fiscalidad, nuevas normativas referentes o ligadas a la PAC etc.).

Una cooperativa resultante de varias cooperativas fusionadas tiene que tener como principal objetivo, un resultado económico positivo. Pero no solo en el balance sino también en todos esos servicios a los socios y aportaciones en sus pueblos.

En muchas ocasiones nos comentan el ejemplo de Holanda (una cooperativa holandesa tiene el volumen de 4.000 de España). No nos dejemos influenciar por esos datos. Holanda es un país con una orografía determinada, tiene su clima, sus distancias ente pueblos y ciudades, sus gentes y sus pensamientos son diferentes a los nuestros, sus sistemas productivos también. Y todo esto lleva a tener pensamientos distintos y formas diferentes de ver y entender las cosas.
Por ello tenemos que ser realistas y el modelo integrador en España no tiene por qué parecerse ni al de Holanda ni al de otros países de la UE que también nos ponen como ejemplos a seguir (Dinamarca, Alemania).

En España lo podemos conseguir integrando cooperativas por comarcas o por provincias o regiones o entre varias regiones. No es necesario tener que empezar pensando en macro cooperativas que nos rompan el carácter social y nos lleven a caernos antes de empezar a andar. 

Como conclusión tenemos que exigir que nuestros consejos rectores se pongan a trabajar y que los socios apoyemos y participemos activamente del trabajo de integración. Solicitar a la administración que facilite las herramientas necesarias para que el proyecto integrador deje de ser proyecto y sea una realidad. Gestores, consejos rectores, socios, trabajadores, clientes, proveedores etc. Todos estamos en un mismo camino que juntos y trabajando tenemos que seguir haciendo. Porque las cooperativas son nuestras casas y que mejor que todos nosotros para cuidarlas, mejorarlas y ampliarlas.


Enrique Arceiz Casaus

Secretario de Organización de UPA Aragón